(Alessandro)
La entrada del hospital me causó cierto malestar en el pecho. Ya había pasado por muchos lugares así, pero ver a Carlos ahí, lastimado, en recuperación, con la mitad del rostro cubierto por marcas recientes y la mirada distante... era demasiado malo.
No necesité pedir información. Ya sabía exactamente dónde estaba. Subí directo al cuarto, cruzando los pasillos con pasos firmes. Cuando abrí la puerta, vi a Carlos acostado, los ojos entreabiertos, y su esposa sentada al lado, con una expresión cansada, pero llena de cariño.
—Buenas tardes —saludé, tratando de suavizar el tono de mi voz.
Ella sonrió gentilmente y se levantó.
—Buenas tardes, Alessandro.
Me acerqué a la cama, mirando a Carlos. Sus ojos encontraron los míos. Había lucidez ahí, y también unas ganas enormes de hablar... de comunicarse.
Toqué ligeramente su hombro, y él parpadeó lentamente. —Necesito contarte unas cosas, Carlos. Pasaron muchas cosas desde tu accidente.
Su esposa me miró, tal vez sintiendo e