Cerré los ojos y respiré hondo.
—No, hermano. A Larissa... la apuñalaron.
La línea se quedó muda. Podía escucharlo tratando de procesar.
—¿Cómo que? —su voz llegó en un tono diferente, más bajo y tenso—. ¿Quién hizo eso? ¿Por qué?
—No sé todavía. Yo... te explico todo cuando llegues. Estoy en el hospital Aurelio Campos.
—Voy para allá ahora.
Colgó sin decir más nada. Me quedé ahí, con el teléfono todavía pegado a la oreja, escuchando el silencio.
Solté otro suspiro. No podía guardarme esto. No ahora. Larissa necesitaba gente que le importara cerca.
E iba a garantizar eso. Aunque fuera lo último que hiciera hoy.
Ya estaba de pie cuando vi a Diogo entrando al hospital. Venía rápido, el rostro tenso. Y no estaba solo. Detrás de él, venía Álvaro, el papá de Larissa, con cara de quien salió corriendo de donde fuera que estuviera. Pero lo que realmente me tomó por sorpresa fue ver a Gabriel... en los brazos de Diogo.
El niño estaba agarrado de su cuello, con la cara pegada al hombr