Salí del cuarto y fui directo a la sala. El ruido de la narración deportiva me avisó que mi papá estaba viendo fútbol. Estaba tirado en el sofá, medio suelto, con la cara cansada y los ojos fijos en la TV. Me tiré en el sofá a su lado, jalando un cojín hacia mi regazo.

—¿El equipo está ganando, papá?

Dio una sonrisa de lado, sin quitar los ojos de la TV.

—Milagro... están ganando, sí.

—Entonces hoy está todo alineado en el universo, porque mi día también fue bueno.

Volteó la cara hacia mí, curioso.

—¿En serio? Cuéntame.

—Fui allá a la empresa, ¿no? Me presenté con la gente de marketing, intercambié ideas con ellos... hasta di una sugerencia para una campaña nueva de reposicionamiento. Y mira, papá... me recibieron mejor de lo que esperaba.

Se acomodó un poco en el sofá, interesado.

—Me da mucho gusto por ti, hija mía. De verdad.

—Pero te voy a confesar algo... me quedé con recelo. Había unas miradas extrañas, ¿sabes? Tipo... "ahí viene la hija del ex dueño que hundió la empre