—¿Qué... es esto? —pregunté medio desconfiada, dejando mi bolsa en el sofá.
Sonrió de lado —esa sonrisa rara que casi nunca veía.
—Una invitación. Ven conmigo.
Sin entender muy bien, seguí a Alessandro hasta el área de la piscina. Había puesto algunas almohadas grandes esparcidas ahí, unas velas encendidas flotando en el agua y la iluminación del jardín dejaba todo con un aire medio mágico.
Me detuve, mirando alrededor, sintiendo el pecho apretarse.
—Está... medio exagerado, ¿no crees? —traté de bromear, pero mi voz salió baja.
Puso la bandeja sobre una mesita y vino hasta mí. Se detuvo tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.
—Larissa —dijo, con esa voz grave que hacía que mi barriga diera vueltas— pensé mucho mientras viajé. También conversé con Chiara.
Cuando dijo su nombre, mi cuerpo se endureció sin querer.
—¿Y...? —pregunté, cruzando los brazos.
—Quiero quedarme contigo —continuó, sin dudar—. Quiero que lo intentemos de verdad esta vez. Sin mentiras, sin medias