Me miró con un poco de lástima, ese tipo de mirada que odiaba recibir.
—Señorita, su papá tuvo un paro cardíaco. Tuvo que ser reanimado y está pasando por un procedimiento ahora. El doctor va a hablar con ustedes tan pronto sea posible, ¿está bien?
Un paro cardíaco.
La frase resonó en mi cabeza como un puñetazo. Apenas escuché nada más después de eso. Me volteé despacio y fui tambaleándome hasta una de las sillas en la esquina de la recepción y me senté como si mis huesos se hubieran vuelto polvo. Apoyé los codos en las rodillas y enterré el rostro en las manos. Temblaba entera. Mi papá...
¿Cómo podía estar pasando esto?
Sentí a alguien sentarse a mi lado y ni pensé en mirar. Sabía que era él.
Traté de ignorarlo por algunos minutos, pero su presencia era demasiado sofocante.
—¿Qué estás haciendo aquí todavía?
Respondió sin dudar.
—Estoy preocupado por tu papá. Y por ti.
Volteé el rostro despacio para mirarlo.
—No estoy sola, Alessandro.
Asintió, pero su mirada era firme.
—