Las palabras cayeron como una sentencia de muerte entre nosotros, resonando en el silencio tenso de la sala. Alessandro se quedó ahí, parado como una estatua. Lo miré por unos segundos más antes de alejarme para salir del cuarto.
—¿Crees que puedes simplemente dejarme, Larissa? ¿Que puedes reemplazarme por otro hombre y seguir adelante como si yo fuera nada? —disparó, su voz resonando por las paredes del cuarto.
Me detuve abruptamente, congelada en el lugar mientras sus palabras me golpeaban como un puñetazo en el estómago. Me volteé lentamente, mis ojos llenos de incredulidad y dolor.
—Alessandro, no es eso lo que yo... —comencé a protestar, mi voz vacilante con la intensidad de mis emociones.
—No me vengas con excusas, Larissa. —me cortó, su voz cargada de desdén—. No te vas a librar de mí tan fácilmente. Nunca te voy a dejar ir.
Sus palabras me golpearon como una ola helada, congelándome en el lugar. Lo miré, viendo la determinación implacable en sus ojos. Sabía que hablaba en