Ava Davis.
La lluvia caía sin piedad, empapando cada rincón y calando no solo mis huesos, sino también mi alma.
Sin rumbo fijo, anduve por calles vacías, con la mente atrapada en recuerdos de mi difunta madre, la única persona que alguna vez me amó de verdad.
La falta de un lugar al que llamar hogar se sentía más aguda en aquellos momentos.
El frío era una constante compañía que me hacía desear un abrazo, una calidez que parecía tan lejana.
El cementerio surgió a la vista, como un refugio sombrío que ofrecía consuelo en su quietud.
Me dirigí hacia la tumba de mamá, quien había sido para mí, además, el único amor puro que conocía en este mundo complicado.
Su ausencia era palpable, siempre presente, tanto como la lluvia que ahora había lavado el suelo bajo mis pies.
Su panteón no tenía llave,así que me refugié en la tormenta.
—Te extraño tanto —susurré, como si el eco de mis palabras pudiera atravesar el umbral entre este mundo y el siguiente—. Llévame contigo madre querida.
El vie