63Eva—Está bien —concedí con indiferencia, aunque podía sentir la mirada fulminante de Magnus perforándome la nuca.Sin molestarse en ocultar su descontento, me tomó del brazo con fuerza, pero yo ya estaba preparada. Lo sujeté con la misma firmeza y lo arrastré fuera del cuarto donde habíamos colocado a Sofía, cerrando la puerta tras nosotros con un golpe seco.No tenía tiempo para las objeciones de Magnus.—Eve… Mírame —me tomó de la mano y me giré parcialmente para verlo— ¿Quién es ese hombre? ¿Por qué lo abrazaste? ¿Por qué confías en él? —los celos llenaban sus ojos y lo vi apretar los puños.Quería contestarle de forma sarcástica, pero mis hijas se acercaron nuevamente a nosotros y cerré la boca de golpe y decidí ignorarlo, en cambio me dirigí a la doctora que veía a todos lados menos a nosotros y solté un ligero resoplido antes de hablar.—Doctora Helena, trasládela a una habitación desinfectada y asegúrese de que nadie entre sin autorización. Nadie.Mi decisión era firme. Sof
64MagnusEl silencio se asentó entre nosotros, pero no era incómodo para ellos. Solo para mí. Kristal y Kasius hablaban en susurros, sumidos en su propio mundo, mientras Kristen se mantenía un poco al margen, como si estuviera de forma vigilante.Quería decirle algo a mi hija Kristen. Cualquier cosa que rompiera la barrera que había levantado entre nosotros. Pero el miedo a que me ignorara de nuevo me paralizaba. Se parecía demasiado a mí en cuanto carácter y fortaleza.En cambio, me concentré en Eve.Desde la cocina, su silueta se movía con precisión mientras cortaba ingredientes, su cabello cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Mamá le hablaba con un tono maternal, como si al mantenerse ocupada pudiera alejar la angustia. Pero yo la conocía demasiado bien. Incluso a la distancia, podía notar la tensión en sus gestos, la forma en que su boca se curvaba ligeramente hacia abajo cuando creía que nadie la veía.Sofía seguía siendo su prioridad.Y Cedric seguía con ella y eso me mol
65EvaEl pasillo del hospital estaba en penumbra, iluminado apenas por las luces mortecinas de los faroles en la entrada. La brisa nocturna se colaba entre las ventanas mal cerradas, arrastrando consigo el aroma de la humedad y la madera vieja. Caminé con paso firme, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros.Mi objetivo era claro: averiguar qué estaba envenenando a Sofía y asegurarme de que sus exámenes revelaran algo útil. Pero antes de llegar a la puerta, una sombra se proyectó sobre mí.Sabía quién era.Magnus.No necesitaba mirarlo para reconocer la forma en que su presencia alteraba el aire a mi alrededor, cómo su calor se filtraba a través de la distancia que nos separaba. Pero si pensaba que podía acecharme como un depredador sin consecuencias, estaba equivocado.Con un movimiento rápido, tomé su muñeca y usé la fuerza de su propio cuerpo en su contra. Mi entrenamiento con Cedric no había sido en vano. En cuestión de segundos, Magnus estaba en el suelo, golpeando la mad
66CedricMis labios aún estaban sobre los suyos cuando sentí un leve movimiento. Me aparté apenas unos milímetros, lo suficiente para verla. Sus pestañas temblaron, y con un suspiro suave, sus ojos se abrieron lentamente.Fue como si el mundo se detuviera.Sus pupilas tardaron un segundo en enfocarse, y al encontrarme, una expresión de desconcierto cruzó su rostro. Luego, algo cambió. Lo sentí. Una corriente invisible nos atravesó a ambos, como si el universo nos recordara que estábamos hechos el uno para el otro. Era el vínculo. Vivo. Palpitante. Irrompible.—¿Compañero…? —susurró con la voz ronca por el sueño, pero tan dulce que me rompió el alma.Tragué saliva, sintiendo que algo ardía en mi pecho. No supe qué decirle. No quería romper el momento con palabras vacías.—Sí… —respondí al fin, apenas un murmullo—. Soy yo. Cedric. Tu compañero.Ella alzó una mano temblorosa y rozó mi mejilla, como si necesitara tocarme para creer que era real.—Te soñé —dijo, y sus ojos se llenaron de
67MagnusEsta noche habría luna llena. No era la Lilakuu, claro, no tenía esa potencia que nos volvía locos, pero seguía siendo luna llena… y no quería que nadie se interpusiera en mi camino.Había tomado una decisión.Me dirigí a la casa de Fiorella sin anunciarme. Toqué la puerta y esperé. Poco después, la bruja abrió con el ceño fruncido, como si ya supiera que venía con un plan entre manos.—¿Qué quiere el alfa? —preguntó, cruzándose de brazos.Le dediqué una sonrisa suave, casi inocente. Sabía que eso la irritaba más.—Necesito que vayas a Laguna de Plata. Quiero que contactes a su bruja. Me dijeron que es buena en pociones… y quiero presentársela a Kristal —le dije, con tono ligero—. Ya viene su cumpleaños.Fiorella alzó una ceja, claramente sin creerse la historia entera.—¿Y a los otros niños? ¿Qué les vas a regalar? —me interrogó, poniendo las manos en la cintura como si fuera su maldito deber regañarme.—A Kasius le conseguí el caballo pura sangre que tanto quería… y a Kris
68MagnusLa encontré.Ella pensó que podía esconderse en el lago. Que el agua fría y la distancia bastarían para enmascarar su olor, para engañar a mi lobo.Pero se equivocaba. Siempre la iba a encontrar.Mis ojos la siguieron desde el borde del bosque. La luna bañaba su piel mojada como si quisiera hacerla brillar solo para mí. Dioses… cómo se atrevía a lucir tan libre. Tan hermosa. Tan mía.—Eve —la llamé con voz ronca, como un gruñido contenido. Ella se tensó. Lo supe por la forma en que el agua tembló a su alrededor.No esperó que entrara.Pero lo hice. Me metí al agua con todo y ropa, dejando que el lago me tragara hasta la cintura. La ropa se pegó a mi cuerpo, pero no me importó. El frío intentó enfriar mis instintos… y falló.El calor no se iba. No mientras ella respirara. No mientras ella existiera.Nadé hacia ella sin apuro, con la certeza de un depredador que ya ha vencido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, alargué la mano y la tomé de la cintura. Su piel resbaló
69Eva—Esa cosa huele terrible —dije al abrir los ojos, mi voz ronca por el sueño, pero firme.Los había escuchado hablar.Lo sabía.Y no me sentía avergonzada. No cuando él seguía ahí, besando mi piel como si fuera la única religión que conocía.—Huele a… mala perdedora —murmuró él entre dientes, su boca enredándose en mi cuello mientras sus manos me recorrían con devoción.No pude evitar estremecerme. Sus labios se movían como si buscaran cada punto donde podía incendiarme, y siempre lo encontraban.—Mi lobo quiere ver a Mina —susurró, su voz grave temblando de deseo—. Pero aún no tengo suficiente de ti…Antes de que pudiera contestar, lo sentí.Sus dedos.Dentro de mí.Moviéndose con esa maldita precisión que solo él tenía, como si conociera mi cuerpo desde antes que yo misma.El aire se fue de mis pulmones en un gemido ronco y largo que se me escapó sin control, haciendo que mi espalda se arqueara contra la hierba húmeda.—Respondes tan deliciosamente a mí… —susurró contra mi pie
70MagnusEl cielo comenzaba a teñirse de tonos naranjas y dorados cuando nuestras patas tocaron la orilla del lago por última vez. La noche había sido nuestra. La luna llena nos bendijo, y no con calma, sino con fuerza, con fuego, con piel contra piel, mordidas y gemidos que solo el bosque fue testigo de.Nos transformamos casi al mismo tiempo.El crujido de huesos, el vapor que salía de nuestros cuerpos aún calientes, la respiración entrecortada.Eva cayó de rodillas primero, desnuda, temblando no de frío, sino de lo que acabábamos de compartir.Me acerqué, sin pudor, sin vergüenza, sin ninguna intención de cubrirme.La envolví con mi cuerpo, mis brazos, mis labios que buscaron su nuca con un cariño que me salía a borbotones, pese a que solo quería arrancarle la respiración de un beso más.—Mi loba… —susurré ronco, la voz rasgada por el cambio, por el deseo, por lo que sentía por ella y por lo que no podía, ni quería, poner en palabras.Eva no respondió. Solo se recostó cont