35. La fuerza de un vendaval
35
Eva
Por un instante, todo se volvió borroso. Sentí mi cuerpo tambalearse mientras la sangre se drenaba de mi rostro. Un zumbido sordo llenó mis oídos, y puntos negros comenzaron a danzar en mi visión.
Escuché el grito de Isolde… o debería decir Melania. Pero en ese momento, nada de eso importaba.
Ella no era solo una mujer amable que salvé hace meses atrás, la que había cuidado de mis hijas como una abuela amorosa. No era solo la figura maternal que, de alguna forma, había encontrado su lugar en mi vida. No.
Ella también es la madre del hombre lobo que más detestaba en este mundo.
Del padre de mis hijos.
Del mismo hombre que nunca me respetó, que me destrozó de maneras que aún me costaba verbalizar. El que arrancó de mí cualquier resquicio de dignidad hasta dejarme hecha pedazos.
El último pensamiento que cruzó mi mente antes de que todo se desvaneciera fue su rostro, su mirada gélida, su sonrisa cruel.
Y luego… la oscuridad me envolvió.
***
La primera imagen que vi al despertar fu