54. Cachorros de tierras bajas
Poco después, el sonido del agua llenando la tina de cobre se mezclaba con el silencio incómodo que había quedado flotando en la habitación.
—Por cierto, ahora que viniste, "amor" —la voz de Sarah llegó desde el área de aseo personal, con ese tono falsamente dulce que utilizaba cuando quería algo—, te comento que en dos días tendremos una fiesta aquí en el castillo.
Malcolm se incorporó sobre los codos, frunciendo el ceño mientras observaba la puerta entreabierta por donde escapaba el vapor perfumado.
—¿Fiesta para qué? —preguntó, sintiendo ya el peso de las obligaciones sociales que tanto detestaba.
—Una de mis amigas está celebrando que su hijo entró en el instinto infantil de Nimboria —explicó Sarah desde el baño, con su voz mezclándose con el suave chapoteo del agua—. Así que quise hacerle una fiesta para celebrar. Ya sabes, esta es la etapa en donde los niños comienzan a ir a los institutos.
Hubo una breve pausa, llena de intención.
—Si tuviéramos hijos, quizás el año