141. Las aguas azules
Después de escuchar la confesión de Josephine, todos siguieron adelante como si nada, y ahora, conforme caminaban, la pequeña manada de Malcolm —Josephine y los mellizos— veían los túneles que se extendían hacia las profundidades del lago que los llevaban por un sendero serpenteante que descendía suavemente entre formaciones rocosas cada vez más elaboradas. Las paredes de piedra rojiza típicas del Distrito de las Sombras, en esa área mostraban vetas naturales que parecían haber sido pulidas por siglos y siglos de humedad, creando patrones hipnóticos que se extendían como ríos fosilizados hacia esa oscuridad que era de temer. Sin embargo, en esa zona, el aire se volvía más fresco con cada paso, lleno de una humedad que literalmente se podía sentir en la piel.
—Esto es hermoso —murmuró Josephine, observando cómo las piedras de aerolita incrustadas en el techo del túnel que ahora transitaban, creaban un firmamento artificial de estrellas azuladas que se reflejaban en los charcos de agua