140. Los túneles prohibidos
Malcolm asintió ante las palabras de su cachorro, también percibiendo ese aroma intenso a humedad que se mezclaba con algo más, algo mineral y fresco que hacía que el aire fuera más fácil de respirar. En esa zona el frío se hacía más presente, como si estuvieran descendiendo aún más hacia las profundidades de la tierra.
Cuando finalmente llegaron al lago, la vista los dejó sin aliento. El cuerpo de agua se extendía ante ellos como un mar subterráneo, con sus dimensiones perdiéndose en la distancia, era bastante grande. Lo más impresionante era el brillo azulado que emanaba de sus profundidades, que parecía como un resplandor sobrenatural que bañaba toda la caverna en una luz azulada etérea y misteriosa.
Malcolm se acercó al borde, fascinado. En el fondo del lago, a través del agua cristalina, podía distinguir piedras de aerolita que pulsaban con una luz propia, como estrellas sumergidas que habían caído del cielo para iluminar aquel refugio oculto. La belleza del lugar era innegable, c