14. La sangre que llama
Josephine estaba de espaldas a él, y Malcolm pudo percibir cómo los hombros de ella se tensaron y luego se encogieron levemente, como si sus palabras sobre quedarse le hubieran caído como un peso inesperado. El leve temblor en su postura delataba una emoción que intentaba ocultar.
—Sí... los monasterios druidas están abiertos para todos, milord —respondió Josephine con voz controlada, cerrando sus ojos con fuerza mientras aprovechaba que él no podía ver su rostro.
Malcolm soltó un bufido apenas audible respondiéndole:
—No te estaba haciendo una pregunta, mi comentario fue retórico —replicó con tono cortante—. Todos saben que los monasterios están abiertos al público, y mucho más a Alfas de Altocúmulo de las Tierras Elevadas.
Sus dedos se tensaron alrededor de la cuerda mientras continuaba el descenso, ocasionando que el cuero de sus guantes crujiera levemente.
—Pienso que es mejor estar aquí —continuó Malcolm, justificándose— así podré vigilarlos a todos de cerca. Si veo cualquier acti