Capítulo 36. Diosa exótica.
La noche había caído sobre New York y Johan se esmeraba en escuchar, aunque con cada golpe de memoria, le costaba más mantener el ceño sereno o al menos disimular que estaba dispuesto a seguir con esa conversación.
Al otro lado de la mesa, sus asesores se deshacían en recomendaciones sobre el vestuario para la gira, sobre frases que convenía omitir, sobre lugares que debía evitar. Todo aquello le parecía absurdo, eran reglas que ya dominaba de sobra. Lo que necesitaba era un tema real, algo capaz de competir con la mujer que le ocupaba el cerebro. Por eso pidió los últimos sondeos. Si iba a recuperar el control, debía aferrarse a números y estadísticas, no a la silueta que aún atada buscaba enterrarse a sí misma su miembro, imagen que aún lo perseguía.
Mientras tanto, a kilómetros de ahí, Salomé practicaba su propia forma de disimulo. Simulaba calma en la mesa de póker con los pacientes de High Star, la misma calma con la que horas antes había ayudado a cargar suplementos médicos. Cad