Capítulo 21. Caricia envenenada.
—¿Acaso conoces la definición de “alejarse del problema”? —Vito ya conocía la respuesta, pero igual quería escuchar la excusa.
Salomé tenía el rostro hundido en la almohada, su pelo extendido en desorden sobre la tela. El colchón amortiguaba un suspiro largo, como si soltar el aire le quitara peso a lo que su mente reconstruía.
—Y no digas que la mala suerte tuvo algo que ver esta vez —añadió él, cruzándose de brazos en el mueble desde donde la veía.
—No fue mi culpa —murmuró su amiga, levantando apenas una mano en señal de juramento—. El idiota solo se acercó y me… ¡es un desvergonzado! Debí haber pedido el cianuro de verdad —el último término le salió con más fuerza al alzar la cabeza; volvió a enterrarla en la almohada como si quisiera desaparecer. —Debería acusarlo ante todos para que dejen de alabarlo como “el mega candidato” —masculló contra la tela.
Vito ladeó la cabeza al recordar por qué se refería de esa manera.
—Vi la revista que lo catalogó así… pero jamás se me pasó por l