Capítulo 20. Jugador número 3.
Salomé sintió alivio al remojar su cara. Aún no asimilaba lo que había pasado, pero al menos ahora no tenía la mente en blanco ni estaba condicionada a tener esa sensación en los labios.
Seguía acalorada, con la piel aún ardiendo desde adentro y ya habían pasado varios minutos luego de lo ocurrido.
Cielos, si alguien había visto eso…no, no podían…¡todo por culpa de ese imbécil!
Regresó a la sala de observadores. Ese espacio elevado con ventanales en el que había estado antes. Julian le señaló que se acercara cuando la vio ingresar, mientras la esposa de Borghese le indicaba dónde ubicarse y ella solo actuaba en automático, porque realmente su cabeza no coordinaba nada.
—Estás pálida— Julian se apoyó a un lado suyo, mientras escaneaba su rostro. —¿Te sientes mal?
—No, todo perfecto— el tono burlón se había ido, la ironía no estaba y eso era aún más extraño.
—¿Pasó algo? Pareces…aterrorizada— se atrevió a tocarle la frente y ella se apartó un poco para alcanzar una copa. —¿En serio