Leandro
Estoy alucinando, el viaje me afectó, la comida, lo que sea, ¿enamorado? No. La observo, ¿o sí? ¿Será que si me enamoré de ella? No, no me pude enamorar de una mujer que ama a mi hermano.
—¿Por qué me quieres encerrar como los demás?
—No me digas eso. No quiero encerrarte, pero quiero que estés sobria para conocer el resto. —Me abraza y me besa.
—Dame otro paseo, no seas gruñón.
—Eres más habladora, tomada que sobria, lo tendré en cuenta para la próxima.
—¡Que no estoy tomada! Me caes mal —cómo es de costumbre. Se da media vuelta y me deja con la palabra en la boca.
La seguí terminando en el trybguet bar; terminó bebiendo ginebra y diciéndole al barman que yo era el mejor mezclador de licores que existe y que el vino era mejor que cualquier trago. Luego un idiota quiso poner sus manos en ella y terminó con la cara rota.
—Increíble que terminara la noche de esta manera — me voy quejando por la calle.
—La noche es perfecta, don gruñón. Le diste un derechazo que lo dejaste en el