Paolo
No puede ser, esto tiene que ser mentira... le disparé a mi ángel, mi hermoso ángel está en mis brazos completamente pálida y con sus preciosos ojos cerrados. Sé que estoy también herido, pero ahora no siento nada, solo quiero que ella esté bien.
- Señor, hay que llevarlos a un hospital - me levanto con Mía en brazos, sin importar el dolor que siento en mi hombro. Nos montamos en un auto y arrancamos.
- Quiero que busquen por cielo y tierra al imbécil de Izac, lo quiero muerto ¿Entendido? - mis hombres asienten y salen de la habitación que me asignaron después de sacarme la bala del hombro. Afortunadamente, no pasó a mayores. Ahora lo que me preocupa es Mía, ella aún no despierta y llevamos aquí casi una semana.
- Hola, hermano - entra Matías con una gran sonrisa.
- Hola, Matías.
- ¿Cómo sigues? - observa que tengo inmovilizado el brazo.
- Mejor, dime ¿cómo está ella?
- Está estable. - Estable? No me sirve eso, quiero que despierte, aunque sea para llamarme idiota.
- Qui