El video terminó, pero el eco de las palabras de Lisandro seguía resonando en la mente de Valeska como un susurro venenoso, incrustándose en lo más profundo de su alma, envolviéndola en una maraña de pensamientos oscuros de la que no podía escapar.
Su mirada permaneció fija en la pantalla del teléfono apagado, inmóvil, como si esperara que, en cualquier momento, el video volviera a reproducirse por sí solo, como si necesitara verlo una vez más para convencerse de que lo que acababa de presenciar no era producto de su imaginación, sino la dolorosa verdad que, hasta ese momento, había ignorado.
Pero no lo era.
Era real.
Cada palabra, cada expresión en el rostro de Lisandro, cada confesión que había salido de sus labios con aquella frialdad calculada… todo era cierto.
El peso de la traición cayó sobre ella con una intensidad abrumadora, como si un alud de emociones reprimidas la hubiera golpeado de frente, dejándola sin aire, sin capacidad de procesar lo que acababa de descubrir.
Sintió