Diego exclamó: —¡Joder! ¿Qué está pasando aquí?
—¿Se han vuelto locos? —gritó Manuel.
—¡Paren ya! ¡Mateo! ¡Jorge!
Cada uno agarró a uno de los contendientes. Diego intentó calmar a Mateo:
—Mateo, tranquilízate, ¡respira hondo!
Manuel le habló a Jorge:
—Jorge, ¡no pierdas la cabeza! ¿No pueden hablar las cosas como adultos en vez de agarrarse a golpes?
Mateo y Jorge gritaron al unísono:
—¡Suéltame! ¡Déjame!
Viendo que aún querían seguir peleando, Diego y Manuel no aflojaron su agarre.
—A ver, cuenten qué ha pasado —dijo Manuel, mirando alternativamente a los dos.
—Vamos, somos amigos. Hablemos sin llegar a las manos —intentó mediar Diego.
Manuel añadió:
—Mateo, hoy es el cumpleaños de Jorge. Lo que sea puede esperar.
Jorge se limpió la sangre del labio con el dorso de la mano y miró a Mateo, que seguía furioso:
—Lo que dije antes iba en serio. Es una decisión que he meditado mucho y no tienes derecho a intervenir.
Luego se giró hacia Lucía, que estaba pálida y aturdida. Se quitó la chaq