Mateo se volvió hacia Lucía:
—¡Y tú! Eres una zorra, ¿no? De todas las personas, tenías que seducirlo a él. ¿Estás contenta ahora?
Lucía se sintió furiosa e injustamente acusada. Ella era la que había sido arrastrada a esta situación sin razón alguna. ¿Qué había hecho mal? Frente a las acusaciones de Mateo, Jorge permaneció inquietantemente tranquilo.
Se tocó el puente de la nariz lastimado y sonrió fríamente:
—¿Qué estábamos haciendo? Ya lo viste, ¿no?
Mateo, inexpresivo, preguntó:
—¿Así que no tienes nada que explicar?
—¿Explicar qué? ¿Que me gusta Lucía? ¿Que quiero conquistarla?
Al oír esto, Lucía palideció. Mateo, cegado por la ira, levantó el puño y volvió a golpear a Jorge en la cara.
—¡Cabrón! ¿Te gusta? ¿Quieres conquistarla? ¿Con qué derecho?
Jorge, con la cabeza zumbando por el golpe, inmediatamente protegió a Lucía poniéndola detrás de él.
—¿Qué pasa? ¿No puedo?
Este gesto protector enfureció aún más a Mateo, quien respondió entre dientes:
—¡Por supuesto que no puedes!
—¿Co