—¿Qué pasa? —preguntó Lucía al verlos.
Los dos levantaron la cabeza bruscamente y en ese instante parecían niños afligidos que por fin veían llegar a sus padres. Talia corrió hacia ella con los ojos ya enrojecidos antes de poder decir palabra, mientras Carlos la seguía de cerca con una expresión visiblemente tensa y los puños apretados.
Lucía tuvo un mal presentimiento, pero mantuvo la calma: —¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estáis sentados aquí fuera en vez de dentro?
—Lucía... —Talia contenía las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos, negándose tercamente a dejarlas caer—, ¡no podemos entrar!
—¿Cómo que no podéis entrar? —Lucía se quedó perpleja.
—Ayer vinieron de repente el grupo de inspección de la universidad y el departamento de bomberos del distrito, dijeron que tenían que hacer una revisión...
La inspección de bomberos era algo rutinario, así que los dos no le dieron mayor importancia y simplemente abrieron la puerta para cooperar. Sin embargo, después de que el grupo