Lucía había olvidado completamente ese recuerdo. Solo recordaba que Sergio le pidió que acompañara a Daniel a la puerta, y ella fue... ¿y después? No había nada más.
Cuando volvió a despertar a la mañana siguiente, se estiró cómodamente en la cama sin notar nada extraño. Carolina entró por la puerta y le alcanzó un vaso de agua tibia.
—¿Ya despertaste? —preguntó Carolina.
Lucía se incorporó y tomó un sorbo de agua, cuando escuchó a Sergio decir:
—¡A ver si vuelves a beber tanto! Cuando te emborrachas no escuchas a nadie, pareces una pequeña loca.
¿Borracha? ¿Pequeña loca? Lucía se detuvo en seco mientras bebía. Algunos fragmentos borrosos atravesaron su mente, pero no logró retener ninguno. Tragó con dificultad y preguntó con voz tímida:
—Papá, ayer... ¿qué hice?
—¡Ja! ¿Qué hiciste? ¿No te acuerdas?
Lucía negó frenéticamente con la cabeza. Realmente no recordaba nada.
—Te pedí que acompañaras a Daniel y terminaste despeinándolo todo, pero él no solo no se molestó, sino que incluso te c