Daniel suspiró resignado. De verdad que no podía más.
—¿Qué tal, hermanito? ¿Cómo está el sabor?
—...Está bueno —respondió Daniel.
Los ojos de Sergio brillaron, como si hubiera encontrado a su alma gemela y lamentara no haberlo conocido antes: —¡Si te gusta, come más! Y esta carne de res, con mi salsa secreta...
Daniel se limitó a responder durante toda la cena: —Está rico... Huele muy bien... La preparación es muy original... Nunca había probado algo así...
Y Sergio se entusiasmaba cada vez más.
Cuando por fin terminó la cena y Daniel se levantó para despedirse, sintió un gran alivio. Pero al segundo siguiente...
—Luci, acompaña a tu tío Danny —dijo Sergio.
Daniel quedó perplejo. Estaba agotado.
—¡Ah, sí! —Lucía se levantó.
Quizás por el efecto retardado del vino, sentía la cabeza flotando y sus reacciones eran más lentas. Sin embargo, su expresión seguía siendo normal y su mirada lúcida.
Acompañó a Daniel hasta la puerta y, apenas salieron, el viento cerró la puerta tras ellos con un