**KLAUS**
No puedo evitar sonreír al ver a Úrsula moverse por la casa con esa mezcla de determinación y torpeza que tienen los recién casados. Cada tarea es un nuevo desafío, y cada desafío es una oportunidad para divertirme un poco.
—¡Ah, mi querida esposa! —exclamé, apoyándome en el marco de la puerta mientras la observaba pelear con un amasijo de sábanas enredadas—. ¿Acaso intentas domar a un monstruo?
Ella frunció el ceño, con un mechón de cabello rebelde cayendo sobre su frente.
—Son solo sábanas, Klaus. No es tan complicado.
Me acerqué con una expresión solemne, como si estuviera a punto de ofrecerle un consejo de gran sabiduría.
—Ah, pero doblar sábanas es un arte ancestral. Solamente los más experimentados logran hacerlo sin que terminen como un bulto amorfo.
Úrsula suspiró y lanzó las sábanas sobre la cama con una mirada desafiante.
—Pues entonces, oh maestro del doblado perfecto, hazlo tú.
—¿Y privarme del espectáculo? Jamás.
Reía, aunque trató de ocultarlo tras un falso enf