**ÚRSULA**
La invitación llegó esa mañana, con la solemnidad de un presagio.
Un sobre de marfil, grueso, elegante, bordado en oro. Al tacto se sentía importante, como si lo que contuviera tuviera el poder de cambiarme.
Al abrirlo, un aroma ligero a lavanda escapó entre las solapas. Dentro, una tarjeta escrita en una caligrafía impecable me dio la bienvenida, no con palabras explícitas, sino con lo que representaba: una reunión exclusiva para esposas de empresarios, un evento social en el que, aparentemente, ahora tenía un lugar.
Me quedé un instante en silencio, contemplando el papel. No sabía exactamente qué sentir. ¿Era una bienvenida al mundo que tantas veces me había sido vedado? ¿O una prueba sutil de hasta dónde podía llegar?
Lo sostuve entre mis manos como si pudiera extraerle algún significado oculto. Sentí un nudo pequeño en el estómago. No era miedo, no del tipo que paraliza, sino la incomodidad punzante del territorio desconocido.
Decidí enseñárselo a Klaus.
Lo encontré en