**KLAUS**
Pero la realidad era simple y brutalmente clara: ese dinero nunca había sido suyo. No era una herencia, ni una inversión legítima, ni mucho menos una recompensa merecida. Era un préstamo. Un favor. Una concesión estratégica que dependía, única y exclusivamente, de la voluntad de un hombre que ahora estaba ausente. Y su ausencia lo cambiaba todo.
—No hay dinero que te pertenezca —dije, con voz firme, pero serena, mientras acomodaba los papeles sobre la mesa con una calma casi quirúrgica. Cada movimiento, medido y preciso, era un mensaje. Un recordatorio silencioso de quién tenía el control ahora. —Todo lo que han gastado, todo lo que han derrochado como si no tuviera fin… venía de Diego. Y Diego ya no está aquí para seguir financiando su lujoso espejismo de estabilidad. Los tiempos han cambiado.
La vi endurecerse. Sus ojos, fríos como el acero, destellaron con una furia contenida que no logró disfrazar con su máscara de elegancia. Sus uñas, perfectamente manicuras, se aferrar