**ÚRSULA**
En cuanto mi mirada se cruzó con la suya, una alegría infinita se apoderó de mí. Todo el miedo, la incertidumbre, el peso de los nervios que había cargado durante las últimas horas, desaparecieron de golpe. Corrí hacia él, dejando que el impulso de la emoción guiara mis movimientos. Mi mochila rebotaba sobre mi espalda, pero en ese momento ni siquiera era consciente de ella. Solo había una cosa en mi mente: Klaus.
Cuando llegué a él, no lo pensé dos veces. Lo abracé con fuerza, dejando que mis brazos envolvieran su cuerpo mientras cerraba los ojos y dejaba escapar un suspiro lleno de alivio. Era como si ese abrazo fuera mi forma de decirle todo lo que las palabras no podían expresar. La gratitud, la confianza, la felicidad… todo estaba ahí, en ese contacto que rompía con cualquier barrera.
—Lo logré, —dije, mi voz quebrándose por la emoción mientras sentía cómo mi corazón latía con fuerza. —Estoy aquí.
Klaus, con su calma habitual, me devolvió el abrazo, y en ese gesto encon