—No, papá, yo no me quiero casar. ¡No me voy a casar!—Hijo… Estuviste de acuerdo en la conveniencia de que los padres escojan una pareja adecuada para sus hijos jóvenes— respondió su padre.—No tenía idea de que estuviéramos hablando de mí, nunca acepté que ese fuera mi deseo, nada más lejos de mi aspiración. Todavía, antes de casarme, hay cosas que quiero hacer, mares que recorrer, montañas que escalar. Aunque te dije que apruebo la doctrina de los matrimonios arreglados, yo prefiero escoger yo mismo a la persona con quien deseo pasar el resto de mi vida, ese es mi derecho ¿no te parece?Sergei respiraba acelerado por la inesperada discusión con su padre. Siempre se había sometido a la autoridad del patriarca, siempre había evitado llevarle la contraria. Pero esto era algo muy distinto a cualquier imposición que antes le hubiera hecho el viejo Nikolai.Nikolai Stepanov era el presidente y accionista mayoritario de una corporación internacional con sede en Rusia. Desde esa sede se co
Sergei quedó impactado al escuchar aquel nombre. No reaccionaba, solo miraba a Irini mientras ella seguía hablando:—Soy Irini Papastavros. Soy tu prometida, tonto…—No puede ser… ¿Y cómo es que vinimos a conocernos aquí por casualidad?—No es casualidad, llevo varios días tratando de contactarte. Parece que yo supe del compromiso antes que tú. Pensé que deberíamos hablar, aunque aún no hemos sido presentados formalmente.—Estoy perfectamente de acuerdo en que deberíamos hablar. No estoy a gusto con la noticia de nuestro matrimonio y me imagino que tú tampoco. — Sergei hizo una pausa, pues se percató de un detalle muy raro en lo que ella acababa de decir, así que cambió el tema:— Espera un momento… Parece que me has estado siguiendo. Hoy me seguiste, eso es obvio. ¿Cómo hiciste para no perderme en la autopista? Allí corrí como un bólido, pocos autos podrían haberme seguido el paso.—Ya yo sabía en qué auto andabas, así que contraté a un piloto que puede ser tanto o más rápido que tú.
—¿De verdad te vas a casar, desgraciado?—explotó Zaira, gerente de imagen.—Calma, mi amor, las cosas no son lo que parecen—responde Sergei, tratando de apaciguar a aquella fiera.—Pues a mí me parece que ya no le vas a hablar a tu papá sobre lo nuestro. ¿Acaso estoy equivocada? ¿O todavía estás esperando “EL MOMENTO APROPIADO”?—Baja la voz, por favor…—Es que ya estoy harta, Sergei, estoy harta de esperar por ti, harta de tus desplantes, de tus excusas, de tus mentiras.—Mi amor, esto no es una mentira. Es un negocio de mi padre, una de esas “alianzas estratégicas”, pero esta vez me tocó a mí secundarlo. Debo simular, al menos por un año, un matrimonio feliz… —¿Sabes qué? No me interesa. No necesitas darme explicaciones y yo no quiero escucharlas. No quisiera tener que volver a oír aquella historia de que “por razones corporativas” no puedes llevarle la contraria a tu padre.Sergei la vio retirarse. Él sabía bien que sí era capaz de llevarle la contraria a su padre, pero lo cierto
El avión descendía para aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Moscú-Sheremétievo. Sergei Stepanovich se sacudía el sueño y empezaba a alistarse para la salida. El chofer de la empresa debería estar ahí esperándolo afuera. Calculaba que aún se iba a tardar diez o quince minutos en llegar al área de salida de los pasajeros.Estando ya afuera, se extrañó de la ausencia del chofer. No se veía por ningún lado la oscura limusina que debería estar ahí esperando. Sacó el móvil y telefoneó a Greta, pidiéndole cuentas por el descontrol en los planes y el incumplimiento en los tiempos. Ya él estaba acostumbrado a formular planes y a que tales planes se cumplieran al pie de la letra. Se cumplían o alguien era despedido, esa era la norma. Greta ofreció enviarle otra limusina.—No, Greta, olvídalo. No quiero otra limusina, voy a tomar un taxi.Se dirigió hacia el área de taxis y en seguida se le acercó un automóvil del servicio y Sergei lo abordó. Otra vez venía contemplando extasiado la mara
Sergei se sorprendió mucho de ver a Irini en aquel lugar, pero se sorprendió más aún al ver que la indumentaria que ella portaba era propia de un médico residente. La miró venir, la miró al cruzar, y miró alejarse. Hubo un momento en que ella pareció mirar hacia donde él estaba, pero no hizo ningún gesto. Eso lo convenció de que ella aún seguía molesta con él.—...Vamos a estar realizando unos exámenes para establecer el verdadero estado de ese riñón, pero ya les estoy adelantando mi opinión sobre el resultado más probable que esas pruebas podrían arrojar. Pienso que, a más tardar, mañana, podremos dar un diagnóstico más certero— así finalizaba el discurso del doctor Semiónov.—¿Y no lo podemos ver en este momento, doctor?— preguntó Tanya.—No. Tiene que entender que su estado es delicado. Él necesita descansar y tener una supervisión médica permanente. Es muy probable que para este momento ya lo estén trasladando a terapia intensiva. Lo que sí pueden hacer los familiares, en virtud
—¿Qué tal si te digo que sí eres compatible, que tu riñón puede ser colocado en el paciente sin ningún tipo de problema?Sergei escucha a Irini y se queda absorto, perplejo. En su cara se nota que la noticia le causa mucha sorpresa.Irini continua:—Eso pensé… Tú cara de espanto lo dice todo. Solo te estoy tomando el pelo, aún no podemos saber si eres compatible o no. Esta prueba es rápida, pero no tanto. Aún hace falta hacerle la misma prueba al paciente para poder establecer elementos coincidentes.Sergei respira aliviado y dice:—Realmente me engañaste. No sabía que eras así. Ya te estoy conociendo.—Ya te dije que no nos conocemos, eso es especialmente cierto considerando que solo hemos hablado por muy pocos días. Pero sí es bueno que tú sepas que eso de donar un órgano, y especialmente un riñón, no es para todo el mundo. Debes tener mucha convicción de que lo quieres hacer. Eso no se puede hacer con miedo o dudas. En la mayoría de los casos, es algo que tú haces por un familiar,
—Tu eres el único rico que conozco que se codea con un plebeyo como yo— comentaba Yuri, mientras almorzaba con Sergei.—Para mí, tú no eres ningún plebeyo. Tú eres más humano y más culto que muchas personas que he visto en la alta sociedad— contesta Sergei. —Comencé a escribir un libro. Es una historia sobre un matrimonio arreglado.—No quiero que escribas sobre mí. —No te preocupes. Tampoco es que voy a escribir que mi protagonista se llama Sergei Stepanovich. Nadie nunca va a asociar mi historia contigo.—¿Y por qué escribes? No creo que te vayas a hacerte rico con eso.—Eso nadie lo sabe. Pero sería justo decir que escribo simplemente porque me gusta— contesta Yuri.—¿Imagino que quieres llegar a ser un Tolstoi?—Más bien, quisiera ser como Fyodor Dostoievski. ¿Sabías tú que Dostoievski escribió su obra “El Jugador'' en 26 días? que llegó a ser un clásico de la literatura mundial.—No lo sabía, pero vi la película. Era un apostador empedernido— aclara Sergei.—Sí, era un apostado
La luz del alba tocaba la punta de la torre de transmisión, en la parte superior del edificio sede de la corporación Stepanov. La claridad se extendía lentamente sobre toda la ciudad, mientras la vida y el movimiento acelerado iban despertando y cobrando fuerza. No había un edificio más alto en toda la región, aquí se encontraban los silenciosos testigos de los primeros destellos de luz matutina que golpeaban la ciudad.Sergei se encontraba frente a un gran ventanal contemplando la maravilla del sol naciente. Había pasado la noche allí, en la empresa. Eso hacía a veces cuando necesitaba meditar o cuando el trabajo requería su presencia constante. Su oficina daba acceso a una recámara con todas las comodidades que un mortal podría necesitar. Estuvo allí sentado, tomándose un café, hasta que casi se hizo la hora de comenzar a llegar los empleados de la torre. Se preparó para el inicio del día, tomó una ducha temprana, se cambió de ropa y se sentó frente a su computadora a revisar los r