MONSERRAT
No quería desairar a mi abuela en un día como hoy. La ilusión con la que nos había pedido que la acompañáramos al vivero me conmovía, aunque por dentro ardiera de impaciencia. Había algo en Ignacio que no me cerraba, un aire extraño que se instalaba entre nosotros como un muro invisible. No entendía por qué lo sentía tan lejano.
Al principio pensé que sería algo de la empresa de sus padres. Los últimos meses habían tenido altibajos en el transporte, y él siempre cargaba con más peso del necesario, aunque jamás se quejara. Si ese era el problema, yo estaba dispuesta a ayudar, como siempre. Pero la forma en la que evitaba mis preg