Ya había transcurrido una semana de convivencia. Los tres en el apartamento era como si en realidad fuesen una familia, pero además de los besos y algunas caricias, nada más había sucedido entre los dos. Naia aún no se sentía preparada y Matthew no deseaba forzarla. Había algo en ella que no lograba entender en relación con su comportamiento y con esa renuencia a tener un contacto físico más profundo. No obstante, él aceptaba y aguardaba por el momento en que pudiera derribar esas barreras invisibles que ella había construido a su alrededor.
—Buenos días —saludó Naia recién bañada y vestida al igual que su pequeño Leo.
—Buenos días —contestó él también ya vestido para ir a trabajar.
— ¿Hoy llegarás tarde?
Él pensó intentando recordar su agenda sin mucho éxito.
—No lo creo, ¿quieres que salgamos a algún lugar?
—No, es sólo que me gustaría que viéramos una película.
—Esa es una excelente idea, podríamos ir al cine, hace mucho que no lo hago.
—No me refería a salir, además no creo que de