Al darse cuenta de lo que había hecho, Diana se apartó de inmediato, con las palabras atropellándosele al salir.
—¿Cómo te sientes? ¿Todavía te duele? Estaba tan preocupada… ni siquiera sé cómo explicarlo… —dijo mientras las lágrimas seguían cayendo por su rostro.
Bianca le acarició la mano con suavidad, intentando calmarla.
—Estoy bien. Por favor, no llores. De verdad… estoy bien.
Sollozando, Diana se limpió las lágrimas.
—Tenía tanto miedo de que no despertaras… como tu mamá. No sé qué habría hecho si…
—No, eso no va a pasar. Tuve suerte. Mira, estoy aquí, ¿sí? —respondió Bianca con una leve sonrisa, aunque su rostro pálido la hacía parecer frágil.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —preguntó.
—Un día —respondió Diana.
Bianca sintió un sobresalto. En el mundo empresarial, incluso un solo día podía marcar la diferencia.
—¿Cómo están las cosas en la empresa? —preguntó con preocupación.
Hubo un breve silencio. Diana desvió la mirada, evitando sus ojos. Pero rápidamente son