El agua helada cayendo sobre su cabeza fue como un golpe que la sacó de golpe de su embriaguez. Brandon giró la perilla con fuerza máxima, haciendo imposible que abriera los ojos ante la implacable corriente. El frío la despejó de inmediato, agudizando sus sentidos.
Diana jadeó y arqueó la espalda, su mano temblorosa buscó desesperadamente cerrar la llave. Cuando por fin lo logró, se frotó el rostro y vio la expresión de desaprobación de Brandon.
El rostro de Diana ardía de rabia, sus mejillas se tiñeron de rojo.
—¿En serio, Brandon? ¿Quieres congelarme? Está bien si no te gusto, pero ¿tratarme así?
Brandon soltó una mueca, su voz era fría. Cada palabra que dijo fue como una puñalada directa al corazón de Diana.
—Señorita Schultz, qué buena actriz resultaste ser, fingiendo ser inocente —se burló Brandon—. ¿Recuerdas cómo te alejabas de mí? Incluso vomitaste cuando te toqué. ¿Y ahora resulta que ya no te repugnan los hombres? Había un montón de tipos acosándote, obligándote a bebe