El viaje en auto desde el hospital Saint Therese hasta la mansión, se hizo de forma silenciosa e incómoda.Marco conducía su Saab rentado, lanzándole pequeñas miradas a su acompañante a través del espejo retrovisor.
Sheila aprovechó el recorrido para responder llamadas y e-mails atrasados.
Al llegar a la mansión, bajó rápidamente del coche, dirigiéndose hacia la puerta, la cual se abrió de golpe, dejando salir un bólido de cabellos negros y vivos ojos azules.
—¡Mami!¡Ya llegaste, Mami!— chilló Victoria, corriendo a lanzarse a los brazos de su madre.
—Sí, ya llegué a casa, bebé.—susurró ella , apretando a su hija entre sus brazos y llenándole el rostro de diminutos besos.
—Ah, ya vi que conociste al amigo de abuelito.— comentó la niña. Mirando a Marco por sobre el hombro de su madre.
—Sí, Vicky. El señor Zimmel fue muy amable al traerme desde el hospital.
—Oh. Gracias, muchas gracias señor Kinnel por traer a mi mami.
—No hay de qué.
***
—Es muy bonito, ¿no mami?— comentó Vicky