Al regresar del Moll, Sheila llevó a Vicky a su cuarto y tomaron un baño juntas. Luego de eso, cenaron en la habitación de ella y finalmente la niña se quedó dormida a mitad de su libro de cuentos.
La tomó en brazos y la llevó a su habitación, la acomodó en la cama, apagó la luz y regresó a la suya.
Estaba aplicándose la crema que siempre se ponía antes de acostarse a dormir cuando su celular comenzó a sonar.
¡Era Casanova!
Oh, no. Con el susto y el disgusto de lo sucedidohabía olvidado por completo que había quedado con él en la casa de la playa.
—Bona cera, mío Candy.—murmuró él italiano seductivamente – veo que te has olvidado de mí, amore. Aquí estoy, sólo en nuestro nido de pasión, esperándote.
El corazón de ella cayó en picada y sin paracaídas.
—Perdóname caro, salí de compras con mi hija esta mañana y regresamos en la tarde. Estoy demasiado cansada. Sé que acordamos reunirnos y hablar, pero me es imposible..— susurró ella, sonrojándose.
—Comprendo. Cuéntame ¿Qué tal te