Y cuando llegó, gritó su nombre como siempre. Se dejó caer sobre su espalda, completamente vestido salvo por su pene. Y como ella no podía verlo, ni lo que pudiera reflejar su rostro, hundió la cabeza en su cuello.
Tyler intentó respirar. Había pasado todos esos años acostándose con otras mujeres y fingiendo que eran ella. Lo había convertido en un pasatiempo. Pero ahora lo sabía.
Ahora lo sabía.
Y no veía cómo iba a engañar a su pene haciéndole creer que otra era ella. Que cualquier otra cosa era esto. Su respiración era entrecortada. Le dolía todo, y no por el esfuerzo. Los labios de Lexi estaban entreabiertos mientras jadeaba, y sus pestañas oscuras se recortaban contra sus mejillas. Él también recordaría esto. Lo atormentaría.
Sus pestañas aletearon al abrir los ojos, y luego sonrió por encima del hombro, una sonrisa íntima y dulce. Tyler se separó y la volteó, levantándola para poder besarla. La besó, atormentado ya incluso estando ella allí, hasta que ambos se marearon un poco.