Él esperaba que se fuera, pero ella se quedó.
Se quedó, y cayeron de bruces en uno de esos sueños que Tyler conocía demasiado bien. El sueño donde Lexi vivía allí, con él. Dormía en su cama y dejaba sus cosas amontonadas en la encimera del baño. Cosas extrañas de mujer que a él le fascinaban, dada la cantidad de objetos que coleccionaba y lo poco que los usaba. Empezó a tararear de nuevo, pequeñas melodías desafinadas en voz baja mientras se movía por la habitación, y la enorme y desgarradora sonrisa que le dedicó cuando él la acompañó los hizo reír a ambos.
Tyler sabía que no podía durar, que no era real. Por eso no hizo ninguna tontería, como avisar a su oficina de que no estaría disponible durante un tiempo. Y aunque pensaba que sus incursiones diarias en la realidad harían que este tiempo robado con ella fuera mejor, no fue así.
Porque si se hubiera encerrado con Lexi en una isla desierta, habrían sido unas vacaciones para los dos. Y sabía perfectamente que las vacaciones no podía