CAPÍTULO 25. No te atrevas a dejarme sola.

Victoria parecía una estatua en aquella habitación, mientras seguía atentamente con Amira la transmisión del rastreador que ella misma le había puesto a Emilio. Mateo se había apostado en un edificio de departamentos cerca del restaurante para poder programar mejor el aparato, y allí habían llegado ella, su Ejecutora y el resto de los De Navia.

Por suerte a Mateo no se le había ocurrido decirle es tenía un auricular en el oído por el que estaba escuchando todo el asalto, porque sabía que eso solo alteraría más a la Mamma. En cambio prefirió esperar hasta que pudo girarse hacia ella y sonreír.

—Creo que deberías asomarte por la ventana —le dijo y Victoria salió disparada, levantando el cristal y asomándose para ver cómo Franco se bajaba de la camioneta con su hijo en los brazos.

Esos reflejos blancos en el cabello eran inconfundibles, y la Mamma sintió que se le aceleraba el corazón de la alegría. Corrió escaleras abajo sin atender a las advertencias de Amira y su respiración se detuvo
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