Capítulo 30: Utah

Las calles de Utah se despliegan frente a mí con una normalidad que me resulta casi ofensiva. Casas prolijas, jardines bien cuidados, árboles alineados como si alguien los hubiera colocado a propósito para dar una sensación de orden que no existe en ningún otro lugar del mundo. El cielo es claro, de un azul suave que no amenaza con tormenta alguna, y por un momento me parece imposible que yo exista aquí, sentada en el asiento trasero de un coche oscuro con los cristales polarizados, después de haber pasado la noche en un avión privado que no era mío, rumbo a una libertad prestada.

El viaje no fue largo. Lo suficiente como para que mis pensamientos se atropellaran unos a otros sin darme tregua. Me senté rígida durante casi todo el trayecto, con las manos apoyadas sobre los muslos, observando el reflejo de mi propio rostro en la ventanilla del avión cuando el sol comenzaba a asomar. No dormí. No pude. Cada vez que cerraba los ojos veía la mirada de Lucien, escuchaba su voz grave recordá
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