Katherine Williams tiene un solo anhelo que se ve afectado por la miserable vida que lleva; interminables deudas y un trabajo nocturno que ha tomado para sobrevivir en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, su vida se congela cuando recibe la propuesta de cierto hombre extraño que llega a su vida en una madrugada. ¿Qué palabras ha dicho este desconocido? Su sueño hecho realidad tiene esperanza cuando este cierto desconocido le hace una propuesta que nunca en su vida volverá a oír, porque no puede ser verdad. ¿¡Por cuatro millones para llevar a cabo este trato?! Este desconocido se presenta, y es un multimillonario que nada más y nada menos, está buscando una esposa de mentiras. ¿Estará dispuesta a aceptar ser esposa de ese guapo hombre a cambio de tanto dinero y libertad financiera?
Leer más—¿Quién es ella?
Se refleja el interés a través de las palabras, que se dirigen al único motivo por el cual se había detenido a ver dentro del bar.—¿Por qué? —responde un segundo hombre, que a su lado como con sorna da un sorbo al Whisky—. ¿Es la elegida?Están en lo que aparentan ser un bar, nocturno, con más de un centenar de rostros disfrutando el escenario que se asemeja ser el único interés del lugar. Mujeres y hombres no apartan la mirada de quién desde hace segundos había despertado la curiosidad, para bien o para mal, e incluso ha hecho que éste mismo no pueda quitar sus ojos de él.—No creo que sea lo que estás buscando —el tono que usa el segundo hombre es de hastío, casi burlón.La música entra en sus sentidos, a la par que entra ella al escenario. Comienza a brindar su servicio a todo aquel que observe. El bullicio de la multitud no se disipa, porque una mujer tan hermosa frente a frente es capaz de hacer sonreír y engatusar.—Espera un momento —dice el hombre, alzando una de sus manos—. No es que sea elegida, es que sea lo necesario.De tal manera hace reír al segundo hombre pero no responde nada más. Sus ojos siguen el lugar donde ella camina y entre sus dedos la barra se ciñe. Entonces comienza a moverse, entre el atuendo que exhibe sus piernas y el gran formado cuerpo moreno que se cuelga de la barra para manifestar su baile.El espectáculo del pole dance de aquella mujer se presenta tal cual habían imaginado, con todo sus movimientos que se elevan con cada giro de pierna, cada mirada lasciva a los presentes y sonrisa pícara ante ellos. La flexibilidad de esta enigmática mujer deja anonadado a la multitud, por no ser que fascinada, y al compás de la música a su ritmo las manos elevan su cuerpo, y lo hacen girar, demostrando su cuerpo a la distancia que con el atuendo sublevan sus atribuciones.Los alaridos de complacencia se oyen mientras completa su baile en la barra, cuando ha dado giros, y es hechizo para quien la vea, el espectáculo parece llegar a su fin con últimos y ciertos movimientos descendientes que hacen aplaudir y hacer que los devoradores de mirada se alcen para seguirla y pedirle más que aquel espectáculo.Sin embargo, la mujer sólo da pasos hacia adelante en sus altos tacones, en sus firmes piernas a la vista, y la socarrona sonrisa que brinda a todos sus admiradores, se agacha cuando llega al final del pasillo y se estiran las manos con el fino dinero, en cantidades excelsas que dejan caer en su palma.—Hoy es tu día de suerte, cariño —le dice a cierto hombre que embobado sonríe hacia ella.—¡Suertudo soy ya! —exclama el hombre a su vez que ella sigue sonriendo y se levanta.Los gritos de placer cuando la admiran son gigantescos y se sublevan una vez más cuando retrocede, desfilando con pasos hechizados para mantener la atención hasta que, finalmente, su número finaliza.Tiene que parpadear cuando entre bailes desaparece junto a las demás mujeres, que alzan sus mismos rostros que atribuyen el deleite con severidad.El segundo hombre había ya terminando su bebida. Se gira a contemplarlo, y lo nota mirar su reloj.—Aún así, ¿Seguirás con esto? ¿Estás…—alza una ceja con indiferencia—, seguro de esto? No debes tomarlo a la ligera.Se levanta, tomando su saco y el cigarro que coloca en sus labios. Echa una mirada hacia el hombre sin atribución de calma. Está inexpresivo ante lo dicho.—Espera en el auto. Estaré ahí en unos momentos.—Sí, Romeo. Ve por ella ante que Julieta se marche —expresa el segundo hombre—. Sólo te aviso que a veces la soberbia no es buena. Y mucho menos ahora, que debemos hacer todo al pie de la letra.Sin embargo había dejado al otro hombre para dirigirse al lugar detrás del escenario.En un instante, deja el cigarrillo y observa pasar a distintas mujeres hacia el cuarto de las presentaciones. Y una que otra risa se escapa detrás de aquellas mujeres. Pero la única que busca no la escucha.Nota entonces que la hechizadora mujer sale desde un cuarto al final del pasillo, con lo que parece ser una cartera y un abrigo. Alza las manos y con la misma rapidez de encontrarla desaparece a través de la puerta.Unos momentos más, la mujer se encuentra caminando por la calle trasera, rápidamente se ha puesto la bufanda, también prende un cigarro y sigue con los altos tacones mientras se encamina hacia la esquina. No obstante, oye los pasos detrás de ella, que se funde con los charcos del agua.Por instinto tiene que girar. Y de tal manera se encuentra especialmente con alguien que enciende otro cigarro y se detiene cuando ella lo observa.—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta. No ve otro motivo para que se acerque un extraño hacia ella. Y dice lo primero que se viene a la mente—. No ofrezco el servicio que estás pensando. Soy sólo una bailarina.Y dispuesta a marcharse se gira.—Tengo un trabajo para usted.La respuesta la hace detenerse de golpe. Se vuelven a encontrar sus ojos, ahora con ella sonriendo.Siguiéndole la corriente, reposa sus labios en la humarada.—¿De cuánto estamos hablando?—Cuatro —contesta el hombre.La mujer de una vez queda paralizada en su sitio. Y entre risas niega con la mano.—No estoy para estupideces así. Mejor márchate. —y vuelve a girarse.—No estoy diciendo ninguna bobería. Es un sí o es un no —el hombre se acerca y se queda la mujer viéndolo más que impresionada—. ¿Es usted estadounidense?Frunciendo los labios la mujer se cruza de brazos.—Lo soy.—Sólo necesito un servicio por un año —hace saber el hombre de la misma manera, indiferente—. Después de eso, tomará su paga y no quedará más que hacer el trámite del divorcio…—¡Divorcio! —interrumpe la mujer con severidad—. ¿Cómo qué divorcio? ¿De qué carajos estás hablando?—El servicio que pido, señorita, es uno solo.Y la mujer observa como este hombre extrae de su bolsillo cierta caja. Abre sus ojos, anonadada.—Que se convierta en mi esposa.Katherine esnifa la nariz porque está roja de la impotencia. Traga saliva. Le trata de decirlas gracias a Matthew.—No te preocupes, estoy bien. Pero si gustas…—Señora, claro que sí —le responde Matthew—. Pero dígame, ¿Le sucede algo?Katherine no sabe qué responder, niega de una vez.—No, no. ¿Cómo crees? —se ríe, fingiendo no sentir esa impotencia dentro de su cuerpo—.Es que necesitaba un poco de aire. Y no me gusta tanto los encierros —y comienza a daraspavientos con las manos para cesar la incomodidad. Nadie tiene que hacerse cargos desus problemas porque no es lo correcto. Sólo ella sabe qué es lo que siente. Y ahora…noparece el mejor momento para conocer sus verdaderos sentimientos—. ¿Qué haces aquí,Matthew? No me respondiste.—Pues, el señor O'Connell siempre ha dejado que losempleados asistan a las donaciones de caridad. Es bastante usual que usted llegue a ver a mis compañeros por aquí. Y siacaso eso le disgusta…—¡No! No, Matthew. No —Katherine parece
Una sensación mucho más de rabia comienza en su cuerpo desde el instante que observa lo que se avecinaba.¿De qué se trataba todo esto? Observa la expresión de John hacia Anne, quien después la toma de los brazos, la saluda y agradecen al público.Katherine se siente indignada, ofendida y hasta humillada. ¿No es ella su esposa? ¡¿Qué c@rajos hace Anne en ese lugar en vez de ella…?Siente una rabia iracunda dentro de su pecho. M@ldita sea, ¿Por qué se siente así? ¡No debe sentirse así! ¿por qué se siente así? ¿Qué es ella de John para ponerse así? ¿Para sentir eso…? Observa las manos de Anne sobre el brazo de John, como si no quisiera nunca soltarlo, y como si fuese ella la mujer de John O’Connell. Esa mirada que le envía después es de fanfarronería, audacia. Le restriega frente a sus narices lo que ella nunca sería capaz de hacer porque…porque ella no es nada de John.Se bebe de un tiro el trago sin mirar al frente. Cuando John la observa, parece algo incómodo con todo esto. Tampoco
Katherine se siente abrumada por lo que le dice su esposo, aunque era de esperarse que se encontrarían con John. Y verlo ahora la pone más nerviosa que nunca, no sabe qué decir. Pero con nervios, termina por sonreírle y le acepta la copa. Antes de mencionar alguna cosa, chocan sus copas y beben, sin dejar de mirarse. Se limpia las comisuras y comprueba que todavía tiene sus ojos en ella. —Gracias. —le dice. John se acerca un poco más y la toma de la cintura.—Soy el más afortunado de esta noche.Katherine se ruboriza.—Señor O’Conell, ¿Cómo se que no está mintiendo?—¿Mentir? —alza John una ceja, y se acerca hacia su rostro, convencido de que esta cercanía los hace mucho más interesados el uno con el otro. —¿Crees que miento, Katherine?Y la tensión sobrepasa el mismo sentido, ese que había creído que no la dejaría en paz ahora frente a frente con John. Alza un poco su rostro, cercana a sus labios. —Podemos…mentir de muchas maneras, John.—Pero no esto —lo oye decir con
Las palabras de Katherine confunden más a Randall de lo que esperó. Así que de inmediato le dice a su hermano que tome asiento. —¿De qué estás hablando? —Primero, escúchame, Randall. Lo que te diré es muy importante, y bastante serio —Katherine se toma el tiempo de tomar aire. El necesario para continuar—. Creo que alguien está haciendo negocios sucios y utiliza la joyería para ocultarlo. Randall alza una ceja de inmediato. Está convencido de que lo que dice su hermana es una locura y se echa a reír con tremendas ansias. Al ver la seriedad de su melliza, tose y niega. —Eso es imposible. ¿Cómo podría ocurrir algo así con tantos ojos al lado? —Eso es lo de menos. Porque lo que sí sé, es que no nos quedará ni la mitad de nuestra conversación para saberlo. —¿Pero por qué crees que esto sucede? Kate, es una acusación demasiado grave. —Cualquiera es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Pero te ahorraré los detalles. Iré al grano. Randall toma un suspiro. Conoce es
No sabe Katherine en qué pensar cuando observa la aclamada ciudad de Las Vegas en aquella madrugada. Se supone que estas cosas, de enamorarse de la noche a la mañana suceden, pero dan hincapié a lo que una mujer como ella, tan distinta a las mujeres que cree ella frecuenta John, le hacen sentir. Da un suspiro. ¿Cómo actuará cuando lo vuelva a ver? Sólo serán horas para eso. Para nadie es extraño lo que ocurre entre ellos dos. Pues, son marido y mujer. Sin embargo, que distinto se observa cuando no es más que una farsa. ¡Un contrato nada más! La semana acabará y tendrán que partir hacia la realidad de este enigmático encuentro. Por la única razón con la que ha decidido seguir con esta mentira. Se abraza Katherine aún más con sus propios brazos. La vueltas que da la vida la afecta. Su vida ha cambiado por completo, sin saber, sin siquiera acometer lo que pasa. Debe ocuparse en algo, es lo que piensa. No puede quedarse de brazos cruzados, sin hacer nada. John le ofreció un
—Oh sí, todo estará, no te preocupes por eso —se sonríe Katherine en su sitio de manera que da una radiante sonrisa—. No me atrevería a ir a donde mi mamá. Sabrá de una vez por todas lo que me sucede y realmente…no quiero hablar de casi nada.—Lo entiendo —Julia da un asentimiento noble—. A veces queremos sólo tenernos a nosotros mismos y los pensamientos.Katherine está maravillada que Julia pueda entenderlo, y sin preguntas, o alguna otra respuesta. Sólo asentimiento y buena y dichosa vida.—Entonces…¿Me dijiste que no querías sólo agua?Se sonríe Katherine por sus palabras claves y alza su copa con cuidado.—Olvidémonos de todo esta noche. Disfrutemos, señora O'Connell. —¡Hagámoslo! —expresa Katherine.Al primer trago que da se le arruga el rostro y tiene que echarse para atrás mientras Julia estalla en risas por estas acciones. No hace más que también dedicarle una espléndida sonrisa cuando la nota y vuelve a dar otro sorbo, ya acostumbrada.—Así que, creciste en Las Vegas —comie
Último capítulo