En el campus la música de la fiesta aún vibraba a lo lejos cuando Isabella, inquieta, alzó la voz. —Me preocupa Charly… Tiene el celular apagado. Lo mejor será irnos, además ya es tarde.
Nick la miró con ternura, los ojos brillándole bajo la penumbra de las luces de neón. —Seguro está bien, reina mía. Pero, si quieres estar tranquila, está bien… vamos. Yo las llevo.
El camino de regreso fue silencioso, solo el ronroneo del motor llenaba la noche. Cuando llegaron a la mansión, Nick abrió las puertas del auto para ambas y se despidió.
Isabella y Alessa subieron despacio las escaleras y, con el corazón encogido, se asomaron al cuarto de Charly. Estaba dormido, boca abajo, como si nada pudiera perturbarlo. Isabella suspiró, aliviada, pero con un nudo que no cedía.
La mañana siguiente amaneció fría. El aroma del café recién hecho llenaba el comedor. Todos hablaban entre sí, pero la silla de Charly estaba vacía hasta que, de pronto, apareció, bajando con paso firme. Llevaba el cabello despe