PARTE II. CAPÍTULO 42

Inhaló hondo, contuvo el aire por algunos segundos y luego lo sopló, imaginando que eso que le oprimía los hombros aflojaba su agarre, permitiéndole relajarse solo un poco, y ni siquiera así dejó de sentir que su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, garganta y cabeza; aunque eso sonara a una locura total, o a un infarto.

Se miró al espejo de nuevo, y no supo si lo que su reflejo le provocaba era ganas de sonreír o de vomitar. Todo era confuso, todos los sentimientos y todas las emociones que estaba experimentado se contradecían con, por lo menos, una de las otras.

Era extraño cómo se podía sentir emocionada y aterrada al mismo tiempo, además de que se sentía feliz y nostálgica; y, también, se sentía exageradamente bien y terriblemente mal al mismo tiempo.

Marisa se había descompuesto. Sí, definitivamente era eso, no podía ser nada más, quizá por eso también tenía escalofríos mientras al mismo tiempo sudaba.

—Tienes cara de querer salir huyendo —informó Meredith y Marisa la miró en
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