PARTE II. CAPÍTULO 52
«Casarse es para siempre». No dejaba Miranda de repetirlo para sí misma.
Y es que, desde la tarde anterior, un miedo irracional le estaba embargando, y ahora que se veía vestida de blanco, todo se ponía mucho peor; y no lo entendía.
Ella se había planteado esa situación muchas veces, y siempre creyó que estaba bien, que casarse no era malo, es decir, sus dos hermanas mayores estaban casadas y se veían de verdad felices. Pero ahora que la ansiedad la tenía a punto de vomitar, no estaba segura de querer unir su vida a alguien para siempre.
La joven castaña, de ojos azules casi grises, se miró en el espejo de nuevo y el hueco en su estómago se agrandó. Los nervios la carcomían.
A pesar de verse totalmente hermosa en ese vestido blanco de escote discreto, con ese maquillaje perfecto y ese peinado alucinante, no se sentía nada segura.
Vio por la ventana de su habitación cómo iban llegando uno a uno sus invitados, todos elegantes y felices, incluyendo a sus hermanas y sus familias; y se