CAPÍTULO 34

—Sí eres un idiota —declaró la joven de cabello castaño y ojos cafés—... y tampoco entiendo qué es lo que quieres, nunca lo he entendido Alejandro.

—Lo lamento —dijo el joven, de nuevo, y la joven alzó el rostro al cielo, respirando de verdad profundo.

Podía recordar claramente, de un curso de primeros auxilios psicólogos, que había tomado porque era obligatorio en uno de los módulos que estudiaba, su pasión temporal por la psicología, esa que le invitó a ir a terapia, ver ponencias, conferencias y leer montón de artículos y libros sobre la personalidad, sobre el apego y, por supuesto, sobre el manejo de emociones.

—¿De verdad estás yendo a terapia? —preguntó la joven tras suspirar, y su exmarido le miró contrariado, terminando por asentir.

—Desde que nos divorciamos —explicó el hombre—. Debí ir antes, pero pensaba que no estaba tan mal, pero luego te fuiste y sí me puse muy mal, además, quería ser un buen padre para mi hijo, por eso comencé a ir.

—Alejandro —dijo la joven, enderezánd
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