CAPÍTULO 35
Emilia vio la pantalla de su teléfono y cerró los ojos con fuerza. Esa llamada no la estaba esperando, no, de hecho, ella la había pedido, pero se le había olvidado de eso, así que en serio la estaba tomando por sorpresa.

La joven castaña se levantó de la cama, apesadumbrada, y dejó ese espacio que estaba compartiendo con su hijo y su exmarido, ahora novio de nuevo, y tomó la llamada.

—Entiendo, sí, muchas gracias por el recordatorio —dijo la joven luego de escuchar en silencio las indicaciones de esa mujer con quien había hablado por última vez casi cuatro meses atrás—. Nos veremos pronto.

Emilia se recargó a la pared, estaba un poco intranquila por lo que había ocurrido, así que no se sentía del todo bien, y ahí, apoyándose en un muro, respiró en serio profundo hasta que su esposo dejó también la habitación, sin que ella lo notara, y por eso la castaña se sobresaltó al escuchar su nombre.

—¿Ocurrió algo? —pregunto Alejandro, que mecía a su bebé de un lado a otro ahora que lo tenía en
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