CAPÍTULO 20
Alejandro llegó de nuevo tarde a casa. Él tenía toda la semana evitando a Emilia, probablemente, no a propósito, pero Emilia sentía que lo mejor sería que él compartiera un poco de eso que le agobiaba con ella, por eso lo esperó despierta esta vez.

Pero la castaña se arrepintió un poco cuando su marido no se mostraba tan agotado o angustiado como creyó que se vería, pues, en los días pasados, había sido más lo que lo había escuchado de él que lo que lo había visto; pero ese hombre había llegado molesto a su casa, y pareció molestarse mucho más al encontrarla despierta.

—¿Acabas de despedir a las visitas? —preguntó Alejandro, evidentemente molesto, y Emilia le miró completamente contrariada.

—Alejandro, son más de las once de la noche —señaló la castaña—. ¿Qué clase de visitas mal educadas se irían a esta hora? Además, te recuerdo que no tengo amigos que me visiten. Te estaba esperando. Me tienes preocupada, y pensé que tal vez sería bueno que hablaras conmigo.

—¿Hablar de qué? —cuestio
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