Luciana fue la primera en saludar a Nerón. Se puso de pie y lo recibió con un caluroso abrazo.
Milenka, lo saludó desde su lugar a lado de Itzam; el fuerte agarre de este sobre su muñeca le impidió ponerse de pie, se limitó a exclamar un simple pero amable “Buenas Noches”.
A Itzam le hervía la sangre mientras se preguntaba si Nerón era estúpido o tenía demasiada confianza en el mismo al tener la osadía de presentarse aun sabiendo que él se encontraba ahí con Milenka, por qué estaba seguro de que lo sabía.
— Espero no ser inoportuno — dijo con voz ladina — andaba por aquí cerca y quise saludar a mi hermana —explicó.
— Tú siempre eres bien recibido —aseguró Luciana.
Itzam se sintió enfermo con la forma tan descarada con la que Nerón mentía.
— Qué casualidad— masculló entre dientes, Itzam.
Fue entonces cuando Luciana y Milenka pusieron atención en la furia de su rostro, en cómo apretaba la mandíbula y empuñaba su mano libre sobre la mesa. No respiraba, el hombre bufaba como un toro embr