— Es, solo una lavadora, no te va a morder — exclamó Milen con tono divertido al ver a Itzam agachado frente a la lavadora. Miraba el aparato doméstico con el ceño fruncido, como si se tratase de un instrumento indescifrable.
—Por favor, es pan comido — respondió con actitud altiva. Antes muerto que sencillo — solo tienes que apretar un par de botones y listo — la cuestión era ¿Cuáles botones?
— ¿Necesitas ayuda? — ofreció Milen.
— Por supuesto que no, ya te dije, lo tengo bajo control — Itzam no se dejaría vencer por una insignificante lavadora — Tu amiga, ¿sigue aquí?
— No, se acaba de ir, tenía una cita o algo así.
— Es un poco escandalosa — señaló Itzam.
— La discreción no es su fuerte, pero es muy divertida, llena de alegría mis días.
— oh, creí que era yo quien llenaba tus días de alegría — alegó Itzam con indignación.
— ¿Sabes?, tienes que echar la ropa a la lavadora, así es como funciona — prefería no mencionar nada en torno a su relación, así que cambió el rumbo de la