De repente, una alarma resonó en la sala, interrumpiendo la frenética actividad. Los rostros de los agentes se congelaron brevemente antes de que todos volvieran a sus puestos, aumentando aún más la velocidad de su trabajo. Elena corrió hacia el monitor principal, donde un mapa de la agencia se iluminaba con puntos rojos parpadeantes.
—¿Qué está pasando ahora? —Preguntó, dirigiéndose al analista que estaba revisando el panel de control.
—Es un intento de acceso físico. Varias cámaras en el ala este han detectado movimientos no autorizados. No son agentes nuestros. —Informó, con la voz acelerada.
Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda. Hasta ahora, Alfa había atacado desde el exterior y mediante traiciones internas. Pero esto era un nuevo nivel: un ataque directo en las instalaciones.
—Organicen un equipo para interceptar. Quiero saber quiénes son y qué están buscando. —Ordenó, sus palabras cortando el murmullo en la sala.
Uno de los agentes de campo, un hombre robusto llamado O