Mientras el joven agente, con las manos alzadas y el rostro pálido por el miedo, comenzaba a balbucear explicaciones, Gabriel no apartaba su mirada. Sabía que Alfa se había infiltrado hasta el corazón de la agencia, pero ver a uno de los suyos traicionar a sus compañeros era como un golpe directo al estómago. Sin embargo, no tenía tiempo para la furia o la decepción; necesitaba respuestas.
—Empieza a hablar. Ahora. —exigió Gabriel, su voz contenida pero cargada de autoridad.
El agente tragó saliva con dificultad antes de responder.
—No... no quería hacerlo. Ellos me forzaron. Me hackearon, sacaron información personal, y amenazaron con... con lastimar a mi familia. —dijo, con la voz temblorosa y los ojos al borde de las lágrimas.
Gabriel respiró hondo, intentando mantener la compostura. Sabía que Alfa no se detenía ante nada para lograr sus objetivos, pero esta confesión confirmaba lo metódicos que eran.
—¿Qué les diste? —preguntó, inclinándose un poco hacia él, haciendo que sus palabr